El pasado 10 de diciembre, como cada año, se celebró el Día Internacional de los Derechos Animales, coincidiendo con el Día Mundial de los Derechos Humanos, pues animales humanos y no humanos somos seres sintientes y por eso merecemos protección.
El Movimiento de Derechos Animales es un movimiento de justicia social que defiende los mismos principios inalienables que otros movimientos sociales, la justicia y la igualdad. Sin embargo, no ha sido así, los animales han sido objeto a lo largo de la historia de injusticias y crueldad que nuestra especie humana les ocasiona y por supuesto no han sido protegidos por nuestra leyes.
Todo esto ha sucedido aún comprobándose por la ciencia que los animales se comunican, que son conscientes de su entorno, que crean vínculos emocionales y que al igual que los humanos sufren, sienten miedo, angustia y dolor. Hoy lo sabemos y no podemos callar, por eso este día ha servido para reivindicar la existencia de los animales en nuestro planeta, porque es injusto pensar que los animales están aquí para otro fin que no sea vivir libremente sus propias vidas, no podemos seguir siendo indiferentes ante la crueldad y sufrimiento que los animales viven.
Los animales deben tener derechos y somos nosotros quienes debemos reclamarlos y legitimarlos.
Basta ver a los ojos a un cerdo que está a punto de entrar al rastro para darnos cuenta del miedo que siente o a un ternero recién nacido temblando y llamando a su madre con desesperación, al ser separado de ella para que no se alimente de la leche que luego venderán para consumo humano, o a una vaca saltando de un camión que va camino al rastro para salvarse.
Debería bastarnos ver el cuerpo deteriorado de las frágiles gallinas encerradas en jaulas para la producción de huevo, una vida de dolor y encierro donde nunca podrán extender sus alas o caminar sintiendo la tierra o al pollo criado para carne, cuyo cuerpo es su propia jaula, la industria los hace crecer tan aceleradamente que viven en dolor permanente, hacinados en granjas, donde apenas pueden moverse y alcanzar agua y comida.
Debería bastarnos con imaginar qué sentirá un león encerrado en un zoológico, un toro torturado hasta morir en una plaza por diversión y poder, un caballo tirando una pesada calandria entre tráfico, asfalto y smog por tradiciones obsoletas, un delfín en una pecera, los peces muriendo de asfixia, todos los animales quemados, mutilados y torturados en laboratorios, los animales abandonados en cocheras y azoteas, los animales a los que les arrancan la piel por moda o matan en nombre del deporte o la conservación.
El sufrimiento de un animal no es sólo moralmente reprobable, sino injusto, darnos cuenta de esto nos lleva a tomar conciencia de que la causa de ese daño es el actuar de los seres humanos y por ello tenemos la responsabilidad de corregirlo.
Desde hace 15 años, en Igualdad Animal hemos reivindicado este día para mostrarle al mundo que los animales tienen quien los defienda.
Este año, simultáneamente en México, España, Italia y Brasil donde se encuentra equipo de Igualdad Animal, realizamos un acto con decenas de activistas quienes cargaban en sus manos los instrumentos usados por la ganadería industrial para sacar el mayor provecho a los animales, sin importar el dolor y el grave daño que les ocasionan.
Estos instrumentos que hasta ahora permanecían escondidos dentro de las paredes de rastros y granjas, este día salieron a la luz, para que todos conocieran cómo los usan para mutilar, cortar, jalar, electrocutar, colgar y quemar los cuerpos de los animales que están vivos y son plenamente conscientes.
Millones de animales son criados y matados a causa de la ganadería industrial, que ha diseñado prácticas muy dolorosas en su contra sin que nadie lo sepa. Las mutilaciones sin anestesia son una práctica rutinaria, imaginar que existe una máquina diseñada especialmente para cortarles la cola a los cerditos que tienen apenas unos días de nacidos, también un instrumento que les da descargas eléctricas para movilizar a los animales. Existe también un gancho que se usa en el rastro para colgar a las aves de cabeza, con sus extremidades lastimadas y así puedan pasar por un baño electrificado para después matarlas.
En la industria láctea las vacas se encuentran en un ciclo de preñez, separación y ordeña, uno de los instrumentos que se usa es el racimo de ordeño que esta relacionado con uno de los principales problemas, la mastitis. Si la máquina a la que se conecta se infecta las puede contagiar y provocar dolor, incomodidad, estrés y, en casos graves, la muerte.
Todo esto es sólo una pequeña parte de el terror que viven los animales para satisfacer las necesidades de un sistema alimentario cruel e insostenible, pero, debería bastarnos para reconocer la necesidad moral de incluir a los demás animales dentro del ámbito de protección establecido en la Declaración Universal de Derechos Humanos. "Construir sobre el reconocimiento de los derechos humanos y persuadir a la humanidad de que la bondad y el respeto se deben a todas las criaturas sensibles".
En Igualdad Animal tenemos clara nuestra misión: Un mundo donde todos los animales sean respetados y protegidos, sabemos que un mundo más justo y compasivo es posible. Porque cada vez más personas reconocen que los animales sienten y que es injusto participar de lo que los daña.